¡No soporto que esto no haya salido como yo deseaba! ¡He puesto tanta energía e ilusión en ello! Me retuerzo por dentro. Me duelo, sufro. Pero dicen que querer es poder. Entonces tengo que poder hacer algo, me digo. Y me empeño. Lo intento del derecho y del revés. Me obceco, incluso puedo llegar a obsesionarme. Pero no lo consigo. Más frustración. Pero no… ¡No puede ser! ¡Tengo que poder! Pero no, no puedo... Esta vez no… A veces sucede. Así que tengo que culpar a alguien. Y lo hago. Y aún así, sigo rabiando y me duelo y "pataleo". Pero nada de esto hace que las cosas cambien y sean como yo deseo. Solo incrementan mi malestar.
A veces no puede ser y punto. A veces no hay otro camino que la frustración. Vivirla, atravesarla.
Bien, muy bonito, pero esto, ¿Cómo narices se hace?
No es cierto que querer es poder. A veces sí, a veces no. Pero se nos manda este mensaje. “¡Piensa siempre en positivo!”, “¡Si vas a por lo que te propones lo consigues!”.
A esto se le suma que vivimos en una sociedad de excesos e inmediatez. Y claro, sucede: nos desajustamos en la fantasía de omnipotencia y control. Y no, no podemos controlarlo todo; y sí, nuestro poder es limitado. Esto es lo real, así es la vida. Y entonces sufrimos. Pero sufrimos de más, porque no se nos suele enseñar a gestionar la frustración. No sabemos cómo salir de ese “lugar” y encallamos. Encima alimentamos el malestar con nuestras pataletas, estrategias y empeños...
¿Qué no ayuda?
No ayuda a gestionar la frustración negarla, reprimirla o “pelearse con ella”. Si negamos lo que estamos sintiendo, nos estamos negando a nosotrxs mismxs. Y esto nos generará más sufrimiento.
No ayuda regocijarse, darle una y mil vueltas a aquello que ya no se puede modificar y que escapa a nuestro control. Si ponemos toda la energía en esto que nos frustra, nos quedamos sin energía para el resto de la vida.
No ayuda descargarla con quién no tiene nada que ver con el asunto. Esto solo puede incrementar el sufrimiento. Por la culpa, por la suma de conflictos...
No ayuda juzgarnos, culpar, culparnos o exigirnos.
¿Qué ayuda?
Ayuda a gestionar la frustración el amor: mirarnos y tratarnos amorosamente. Eso que con mayor probabilidad haríamos con otrxs.
Ayuda comprender que lo que estamos sintiendo es normal. Aceptar el dolor y darnos espacio y tiempo para sentirlo, sin más. No “hacer” nada. Solo sentir nuestra frustración y entender que es absolutamente natural vivirla. Cuando permitimos que lo que "Es" sea, paradójicamente lo atravesamos.
Ayuda ajustar las expectativas: aprender a distinguir sobre qué podemos influir y sobre qué no.
Ayuda recordar que la vida es movimiento, que no hay nada permanente. Y entender que sin duda alguna, este dolor también pasará, como pasa TODO.
Ayuda “mirar” más allá de la frustración. Abrirnos a que otras cosas nos “toquen”; darnos “permiso” para seguir y movernos de donde estamos encalladxs.
También ayuda entender, que en ocasiones toda esa frustración con la que nos encontramos, es tan grande por acumulación no gestionada del pasado. Porque no se nos permitió expresarla, o porque entendimos que no debíamos permitirnosla y la fuimos cargando.
En fin, que como con todo dolor, lo que sin duda va bien es darnos mucho amor. Y esto, tiene que ver con la aceptación, con el respeto, la suavidad, el movimiento… Que es justo lo contrario de lo que solemos hacer.
¿Qué le ayuda a alguien que lo está pasando mal? Pues todo eso.
***Suena: “To build a home”. The Cinematic Orchestra.
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